Bernardo Gui:  
            La Técnica De Inquisición (c.1307-1323)
           
                Bernardo Gui: fue Inquisidor de Tolosa en el 1307-1323..
            La inquisición medieval había sido creada durante
            el reinado del Papa Gregorio IX (1227-1241). Su técnica
            principal consistía en extraer confesiones. Bernardo describe
            las técnicas usadas en las interrogaciones.  
           Cuando un hereje es presentado por primera vez para
            ser examinado, él asume un aire de seguridad, como para
            asegurar su inocencia. Le pregunto por qué ha sido traído
            ante mí. Él responde, sonriente y cortés,
  "Señor, me agradaría saber la causa de usted."   
           Yo: A usted se le acusa de hereje, y de creer y enseñar
            cosas diferentes a las que la Santa Iglesia cree.   
           A. (Levantando los ojos al cielo, con un aire de
            la fe más grande) Señor, tú sabes que soy
            inocente de esto, y que nunca he tenido fe diferente a la del
            cristianismo verdadera.   
           Yo: Usted dice que su fe es cristiana, puesto que
            usted considera la nuestra como falsa y hereje. Pero le pregunto,
  ¿ha creído usted en una fe diferente a la que la Iglesia
            Romana declara como la verdadera?   
                A. Creo la fe verdadera que la Iglesia Romana cree,
            la cual usted nos predica abiertamente.   
           Yo: Quizás hay algunos miembros de su secta
            en Roma a quienes usted llama la Iglesia Romana. Yo, cuando predico,
            digo muchas cosas, algunas de las cuales son comunes entre nosotros,
            por ejemplo, que Dios vive, y usted cree algunas de las cosas
            que predico. No obstante usted puede ser un hereje debido a que
            no cree otras cuestiones que debieran creerse.   
                A. Creo todas las cosas que un cristiano debe creer.   
           Yo: Conozco sus artimañas. Lo que los miembros
            de su secta creen es lo que usted dice que un cristiano debe creer.
            Pero malgastamos tiempo en esta treta. Diga claramente, ¿cree
            usted en un Dios el Padre, y en el Hijo, y el Espíritu
            Santo?   
                A. Creo.   
           Yo: ¿Cree en Cristo nacido de la Virgen, quien
            sufrió, fue resucitado, y ascendió al cielo?   
                A. (Vigorosamente) Creo.   
           Yo: ¿Cree usted que el pan y el vino en la misa
            realizada por los sacerdotes se transforma en el cuerpo y la sangre
            de Cristo por virtud divina?   
           A. ¿No debo creer yo esto?   
                Yo: No le pregunto si debe creerlo, sino si usted
            lo cree.   
                A. Creo todo lo que usted y otros doctores buenos
            me ordenen a creer.   
           Yo: Esos doctores buenos son los maestros de su secta;
            si yo digo algo de acuerdo con ellos usted cree con mí;
            si no, no.   
           A. Creo voluntariamente lo usted cree, si usted enseña
            lo que es bueno para mí.   
           Yo. Usted lo considera bueno a usted si enseño
            lo que sus otros maestros enseñan. Diga, entonces, ¿cree
            usted que el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo está
            en el altar?   
           A. (Inmediatamente) Creo que un cuerpo está
            allí, y que todos cuerpos son de nuestro Señor.   
           Yo: Le pregunto si el cuerpo que está es el
            del Señor, que nació de la Virgen, fue colgado en
            la cruz, se levantó de entre los muertos, ascendió,
            etc.   
           A. ¿Y usted, señor, usted no lo cree?   
                Yo: Lo creo enteramente.   
                A. Creo de modo igual.   
                Yo: Usted cree que yo lo creo, pero no es eso lo
            que le pregunto, sino si usted lo cree.   
           A. Si usted desea interpretar todo que digo de otro
            modo que lo que digo simple y llanamente, entonces no sé
            qué decir. Soy un hombre sencillo e ignorante. Pido que
            no me haga tropezar en mis palabras.   
                Yo. Si usted es sencillo, responda simplemente, sin
            evasiones.   
                A. Con mucho gusto.   
           Yo: ¿Jura entonces que usted nunca ha aprendido
            nada contrario a la fe que creemos ser verdadera?   
           A. (Poniéndose pálido) Si debo jurar,
            juraré dispuestamente.   
                Yo: No le pregunto si usted debe jurar, sino si usted
            jura.   
           A. Si usted me ordena a jurar, juraré.   
           Yo: Yo no le fuerzo a jurar, porque como usted cree
            que todos los juramentos son ilícitos, usted transferirá
            el pecado a mí que lo forcé; pero si usted jura,
            yo lo escucharé.   
           A. ¿Por qué debo jurar si usted no me
            lo ordena?   
                Yo: Para poder quitar la sospecha de que usted es
            un hereje.   
           A. Señor, no sé cómo hacerlo
            a menos que usted me enseñe.   
           Yo: Si tuviera que jurar, yo levantaría la
            mano y separaría los dedos y diría, "Que Dios
            me ayude, nunca he aprendido herejías ni creído
            nada opuesto a la fe verdadera."   
           Entonces, temblando como si no pudiera repetir las
            palabras, él continúa desvariando como si hablara
            consigo mismo o en nombre de otro, afirmando que no existe una
            forma absoluta de juramento y sin embargo dando la apariencia
            de haber jurado. Si las palabras están allí, son
            torcidas de modo tal que él no jura y sin embargo parece
            haber jurado. O él convierte el juramento en una tipo de
            oración, como "Dios ayúdame que no soy hereje
            ni nada similar"; y cuando se le pregunta si ha jurado, él
            dirá: "¿No me oyó que juré?"
            [Y cuando se le presiona de modo adicional, él apela diciendo]
  "Señor, si he hecho alguna cosa mala, estoy dispuesto
            a soportar la penitencia, sólo ayúdeme a evitar
            la infamia de la cual se me acusa aunque sin malicia ni culpa
            de mi parte." Pero un inquisidor vigoroso no debe permitirse
            ser manipulado de esta manera, sino que debe proceder firmemente
            hasta lograr que estas gentes confiesen su error, o por lo menos
            renuncien públicamente a la herejía, de modo que
            si subsecuentemente se descubre que juró falsamente, se
            les puede abandonar al brazo secular sin que medie audiencia adicional."   
           De H. C. Lea, traducción., Historia de
            la Inquisición de la edad media,(Nueva York, Harper
  & Brothers, 1887), Vol. 1, págs. 411-414.  
            
           
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